La naturaleza, formas de vida, historia, cultura y paisaje del Alto Bidasoa son el hilo conductor para recorrer estas rutas únicas por el corazón de la montaña Navarra y de este modo vivir en primera persona las sensaciones más auténticas que te ofrece la naturaleza en estado puro.
La ruta de las estaciones megalíticas de Eskain, Iruñarri y Maloa, contiene cerca de 40 monumentos censados entre dólmenes, menhires, crómlech y túmulos. Es sin lugar a dudas, uno de los itinerarios más mágicos y misterioso en el encuentro con nuestros antepasados más lejanos.
Esta ruta forma parte de uno de los cordales más bellos, tanto paisajístico como culturales de nuestra geografía, enlazando el monte Erakurri con el monte Mendaur. Además próximo al Erakurri se encuentra el paraje de Eskain, que traducido al castellano quiere decir “ofrenda”, “oblación” y “sacrificio”.
Son varios los crómlech de esta estación que la convierten en una impresionante necrópolis de culto, observación y crematorio de antiguas tribus poderosas que vivían en esta tierras hace unos 5000 años. De todas ellas destaca especialmente, el que domina el collado y que encontramos en el camino dirección al monte Elazmuño, siguiendo una ruta antigua de trashumancia.
Siguiendo el sendero llegamos hasta la otra joya de la ruta, el menhir Iruñarri. Con sus 3 metros de altura, su estudiada posición astronómica y su peculiar forma que origina siluetas de aspecto humano cambiantes según la luz.
Por último, en este recorrido a través del pasado, no podemos olvidar las leyendas y mitos que envuelven a estos monumentos (gentiles, mahirus, sansones, etc.) dotando a las montañas de su carácter sagrado y mágico.
La sociedad medieval navarra de los siglos XV, XVI y XVII se caracterizó por sus diferencias políticas (guerra civil agramonteses-beamonteses, conquista del Reino de Navarra por Castilla…) culturales y religiosos en estos valles de creencias y mitología pagana, anterior a la llegada del cristianismo.
Estos factores fueron perfectamente aprovechados por los “jauntxos” de la zona (tanto linajes civiles como religiosos) para crear las acusaciones de brujería y miedo entre los vecinos. El aislamiento de la zona facilitó la conservación de teorías de adoración al diablo, como se recoge en documentos de la época. En 1328 se citan en Malerreka los primeros testimonios sobre brujería de Navarra.
Esta ruta nos guiará por los pasos de las herbolarias y comadronas, que desde tiempos antiguos, y teniendo a la madre Naturaleza como protectora, nos muestran sus creencias, mitos y fuentes espirituales. La ruta nos conduce hasta el paraje de Sorginzelaia (campo de brujería).
Volveremos por un valle de difícil acceso donde el agua y la vegetación, en un alto grado de conservación, ofrecían a las herbolarias abundante material (plantas y animales para sus akelarres, acorde con sus creencias paganas).
Ya de vuelta, en el pueblo, seguiremos los pasos del inquisidor Don Alonso de Salazar y Frías que en su visita al pueblo en 1611 hizo colocar una preciosa cruz de piedra en el lugar donde, desde tiempos ancestrales, tenían lugar los akelarres (encuentro de fiesta, vida y alegría).
Este barranco, labrado y escarpado con el paso de miles de años por un afluente del río Ezkurra, cargado de infinidad de fuentes, torrentes y regatas cuyas aguas sólo ven a los animales que habitan este excepcional paraje. Su alto grado de conservación y el constante fluir de sus aguas por multitud de cascadas, hacen de este paraje un lugar para la relajación.
La mitología está presente en estos lugares con todos los personajes más impactantes de nuestra rica cultura, como son las lamias o “lamiak” (sirenas de río), que las sitúan en una gruta producida por la regata.
Otro de los episodios que se ha dado en este escenario, muestra la reciente historia y formas de vida de los valles fronterizos, a finales de la guerra civil, con el contrabando y la vuelta de mucha gente que escapó a Francia (maquis), a través de estas montañas y valles escondidos.
El río Urumea (longitud de 44,9 km) nace en el puerto de Ezkurra y forma una de las cuencas más lluviosas desembocando en el mar, en San Sebastián.
El río Ezkurra nace también muy cerca del puerto de Ezkurra, con las aguas que giran al Este y, cuando llega a Santesteban y se une al río Baztán, toma el nombre de río Bidasoa. Desemboca en la bahía de Txingudi, junto al cabo Híguer, haciendo frontera con Francia.
Las tierras que riegan el río Ezkurra y sus afluentes, hasta su desembocadura, forman el valle de Malerreka, que traducido significa “el valle del agua”.
Esta ruta además de visitar las cuevas donde nacen estos impresionantes ríos, revela las formas de vida de estos valles, con sus caseríos, caleras, prados… Todo en perfecta armonía con la Naturaleza y la gran cantidad de fuentes, regatas y torrentes que emanan de las entrañas de sus montes.
Esta ruta está diseñada siguiendo las “txendas” y los pasos de los habitantes de este pueblo, hasta prácticamente nuestros días; recorriendo los parajes conocidos como “aldapa” (pendientes muy pronunciadas). Ahí es donde los lugareños cortaban la hierba, helecho, leña, ramas de fresno, etc. Trabajos que realizaban para la alimentación del ganado.
En esta ruta visitaremos las tirolinas que usaban para transportar estos materiales hacia los caseríos o el pueblo. Así como observar “in situ” la complejidad del trabajo a realizar.
La ruta pretende concienciar la impresionante recuperación del espacio natural. Para ello, se adentra en los bosques de hayedos y el paraje de “Hartzanzulo”, o cueva del oso.
Esta ruta nos conducirá a través de la historia 2 ó 3 siglos atrás, visitando unos parajes donde los acontecimientos y las formas de vida de nuestros antepasados les llevaron a la creación de una especie de metrópoli.
La Metrópoli estaba formada por la ferrería, con sus hornos y entramado industrial. En esta época se encargaba de producir cañones y balas, ya que los acontecimientos allí vividos fueron en plena guerra carlista.
Visita las rudimentarias minas donde se extraía el hierro, su ermita, las carboneras necesarias para producir el carbón que necesitaban los hornos y demás espacios, como el paraje de “Pilotasoro” (campa de pelota), lugar de recreo de los vecinos de esta metrópoli.
La ruta prosigue siguiendo los pasos de José Antonio Muñagorri, creador de la proclama “Paz y Fueros” y protagonista de la primera guerra carlista, hasta llegar al paraje de “Pilotasoro”, donde tuvo lugar su fusilamiento por las tropas “txapelgorris”.
Esta ruta diseñada para seguir el curso natural del agua desde su nacimiento en pequeñas cuevas hasta su canalización en una levada o canal de 1x1m.
El recorrido que transcurre junto al canal por una estrecha “txenda”, discurre por un impresionante barranco con una naturaleza excepcional, donde podremos disfrutar de las cascadas y torrentes que forman el trayecto.
Estas montañas fueron antiguamente escarbadas en pequeños túneles para la obtención de hierro destinado a las ferrerías. Hoy, casi un siglo de abandono y desuso, sólo son visibles gracias a los cargaderos y tirolinas con las que trasladaban el material, debido a la dificultad que presenta el terreno que ha sido absorbido por la vegetación.
Esta ruta transcurre por las inmediaciones del pueblo mostrando así la etnografía, leyendas y mitos de estas tierras y su gente.
La ruta parte desde el mismo pueblo hasta una de las tirolinas usadas por los lugareños en sus trabajos diarios. Continua el camino pasando por la “errota” (molino) que, además de moler el maíz, producía la energía necesaria en la primera iluminación en las casas del pueblo.
Después llegaremos a una calera en perfecto estado de conservación, donde la producción de cal en su horno fue muy importante para el campo y las casas.
Muy cerca de la calera se encuentran los “gentilzulos” (cuevas de los gentiles) que eran moradas de hombres y mujeres que no habían sido cristianizados.
Más tarde alcanzamos el paraje de “Matxitxulo”, donde su gran torrente y cascada dan al lugar una belleza extraordinaria.
La salida de este paraje nos conducirá de vuelta al pueblo, teniendo unas fantásticas panorámicas de él.
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