Aragón ha sido, en algunos períodos de su azarosa historia, escenario de guerras y conflictos fronterizos. Por ello, no es de extrañar que toda nuestra geografía esté salpicada de fortalezas infranqueables, con toscas murallas y altos torreones, desde las que se controlaban las llanuras ante futuros invasores y asedios.
Los musulmanes construyeron numerosas fortificaciones con el fin de controlar sus territorios y contener los ataques cristianos. Destaca especialmente el de Calatayud, probablemente el más antiguo de este tipo en España. Al acceder a su castillo mayor se puede divisar una magnífica panorámica de la ciudad, y al acercarse a un pequeño mirador situado bajo el castillo de Doña Martina, se observa en toda su extensión el recinto de cinco castillos unidos por murallas. No menos interesante es Daroca, que conserva su conjunto de tres castillos con un perímetro total de casi cuatro kilómetros, en el que destacan su primitiva fortaleza y la torre del Homenaje. Sus imponentes y robustas puertas Alta y Baja, dan la bienvenida al visitante que las franquea, dando así cuenta del esplendoroso pasado de esta villa medieval. La musulmana Albarracín supo aprovechar su ubicación sobre la península formada por el río Guadalaviar, rodeándose así de un profundo foso defensivo, que complementó después con un impresionante cinto de murallas, culminando en el castillo del Andador, del que se conservan numerosas torres y portales.
En los territorios cristianos también surgieron fortificaciones para su defensa frente a los ataques islámicos. Construidas en la mayoría de los casos en zonas prepirenaicas, presentan como rasgo distintivo la edificación de una iglesia. Es el caso, por ejemplo, de Fantova, cerca de Graus, que cuenta con una alta torre circular de tres plantas e iglesia románica. Lo mismo ocurre en Samitier, en La Fueva, donde un templo románico dedicado a San Emeterio y San Celedonio, completa el conjunto religioso militar con torre hexagonal. Hay que añadir aquí su impresionante ubicación en un alto risco, sobre el vertiginoso desfiladero del Entremón, entre los embalses del Grado y Mediano.
Siete puertas reciben al visitante que decide recorrer las empedradas calles de la villa de nacimiento de Fernando el Católico. Erigida sobre un cerro del que salen dos promontorios naturales en los que se ubican el Castillo y el palacio de Sada, Sos del Rey Católico conserva sus características de atalaya fronteriza entre los reinos de Navarra y Aragón.
A pocos kilómetros se yergue Uncastillo que, como su propio nombre indica, tenía también una importante fortaleza. En ella prevalecen dos fases históricas importantes, la románica fundacional y la gótica de la época de Pedro IV. Además su sobresaliente arquitectura civil plasmada en sus elegantes casas solariegas, sus numerosas iglesias románicas, y en general todo su urbanismo, convierten a esta villa en uno de los conjuntos más notables del arte español. La cercana Luesia, encaramada en un pequeño cerro rocoso, luce también un interesante castillo fortaleza, además de su iglesia románica de San Salvador.
Con el devenir del tiempo estas fortificaciones irían ganando en tamaño. Es el caso del castillo roquero de Peracense, en la provincia de Teruel. Colgado sobre un impresionante espolón rocoso de rodeno de la Sierra Menera, y mimetizado con las rocas que lo sustentan, presenta dos laderas inexpugnables. Por su magnífico emplazamiento y extensión, es indudablemente, uno de los castillos más monumentales conservados en Aragón.
(Fuente: Promoción Turística de Aragón)
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