Las universales fiestas de San Fermín deben mucha de su fama internacional al escritor norteamericano Ernest Hemingway, el cual llegó por primera vez a Pamplona en 1923.
Periodista de sucesos en Kansas City y Toronto, reportero policíaco en Chicago, corresponsal en la guerra greco-turca y en la guerra civil española. El enigmático vividor (literato), encontró en las fiestas de San Fermín, la intensidad que pedía a la vida.
Animado por la escritora norteamericana, Gertrude Stein a conocer las fiestas de Pamplona, no dudó en repetir la experiencia al quedar fascinado por el ambiente, los toros, la buena mesa y el beber.
Su primera visita, la realizó junto a su primera mujer, Hadley, el 6 de Julio de 1923. En aquella fecha, Hemingway descubre los hoteles donde se hospedan los toreros, las tascas, los restaurantes y lugares donde se desarrollaba la FIESTA. De la vivencia de aquellos primeros encuentros en Pamplona, nació su primera novela importante: The sun also rises (traducida al castellano como Fiesta).
Desde 1923 hasta 1959 Ernest Hemingway asistió a de los sanfermines en nueve ocasiones, escribió sobre estas fiestas en artículos periodísticos y en algunas de sus novelas y en la medida que su figura literaria se hacía universal, miles de turistas del mundo entero acudían y acuden desde entonces a Pamplona para poder sentir aquello que el famoso escritor vivió y relató en sus escritos.
Dando un pequeño paseo por el centro de la capital navarra podemos descubrir los lugares más emblemáticos donde el Premio Nobel se inspiró y saboreó los días de fiesta.
Hemingway escribe en su novela Fiesta: “Tomamos café en el Iruña, sentados en cómodos sillones de mimbre, mientras desde la fresca sombra de las arcadas contemplábamos la gran plaza”
Conserva intacto el estilo y ambientación que conoció e inspiró al escritor norteamericano. Además el visitante puede fotografiarse junto a la recreación a tamaño natural en bronce de Hemingway que encontrará apoyado junto a la barra del establecimiento como un cliente más, y con el cual los propietarios del local quisieron rendirle su personal homenaje. El autor de la escultura es el artista navarro José Javier Doncel.
En 1953 escribió: “En Pamplona teníamos nuestros sitios secretos como Casa Marceliano, a donde íbamos a comer, beber y cantar después del encierro; la casa de Marceliano, donde las maderas de las mesas y de las escaleras están tan limpias y fregadas como la cubierta o teca de un yate, con la diferencia de que las mesas están horrorosamente manchadas de vino”. Casa Marceliano, estaba ubicado en la calle del Mercado (detrás del edificio del Ayuntamiento).
Pero el escritor no sólo quiso conocer y sumergirse en la fiesta sino que entre 1932 y 1959 viajó por tierras navarras desde el bullicio de San Fermín a la paz del bosque de Irati en busca de inspiración y vivencias.
Es posible adentrarse en el universo del escritor siguiendo sus pasos por aquellos parajes que cautivaron a Hemingway: Pamplona, Auritz/Burguete, Lekunberri, Aribe y Yesa son los lugares que recuerdan a quién promocionó como nadie Navarra.
LEKUNBERRI
Entre 1931 y la década de los cincuenta, el escritor norteamericano descubre, alojado en el hotel Ayestarán de Lekunberri, un marco natural de gran belleza donde descansar y desconectar del bullicioso ambiente de la capital.
YESA
Fue el lugar elegido por Hemingway para posar en las fotografías disparadas por Julio Ubiña pescando en dicho embalse. En el año 1959, última estancia de Ernest Hemingway en Navarra, la revista “Life” quiso dedicar la portada y un amplio reportaje a su figura quedando para siempre inmortalizado y ligado a esta tierra.
AURITZ/BURGUETE
Teresa Graz, propietaria del Hotel La Perla de Pamplona, descendía de Auritz/Burguete concretamente de la casa “Korrosket”. Todo ello indica que fue esta familia quienes propiciaron que Ernest Hemingway y sus amigos descubriesen la tranquilidad de este enclave del Pirineo navarro. Así, en el hostal Burguete, Hemingway se desplazaba con su mujer y sus amigos para disfrutar de unos días con el objetivo de desconectar, disfrutar del paisaje, y pasear hasta el río Irati donde poder pescar truchas. Siguiendo el curso del río Irati y caminando desde Auritz/Burguete hasta la localidad de Aribe, el Premio Nobel de Literatura pasaba largas horas de soledad, sentado cerca de la orilla, pescando o como cuentan algunos testimonios bebiendo cerveza.
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