La construcción de la iglesia se debe al Teniente General D. Alonso de Escobar, muy vinculado también a la Iglesia de San Andrés. En 1730 llega a la ciudad el Obispo Amador Merino Malaguilla, que será el auténtico benefactor del convento, construyéndolo, enriqueciéndolo artísticamente y dotándolo económicamente.
Interiormente la iglesia es de una gran riqueza ornamental, procediendo casi todos sus elementos del S. XVIII. La recargada decoración del templo es de gran belleza, utilizándose pinturas murales y destacando motivos vegetales, óleos sobre la vida de santos, medallones, guirnaldas, espejos pintados, etcétera.
El homogéneo conjunto se completa con varios retablos barrocos de gran calidad, entre los que destaca el que cubre el altar mayor.