Una cacera es un cauce naturalizado de agua fruto de la mano del hombre, típico de la provincia de Segovia, que se bifurca de la parte alta de un río a través de la CACERA MADRE, para permitir el riego y abastecimiento de poblaciones, prados y tierras de cultivo. En el caso particular de esta cacera, que deriva aguas del río Cambrones como su nombre indica, abastecía a las poblaciones de San Cristóbal de Segovia, Tabanera del Monte, Palazuelos de Eresma, Sonsoto, Trescasas y La Lastrilla. Es conocida también por la Cacera de la Noble Junta de Cabezuelas, un título que responde al lugar estratégicamente situado en donde celebraban las reuniones para dirimir asuntos relacionados con la cacera: Las Cabezuelas. Su curso, en pleno contacto con la naturaleza, es la excusa perfecta para practicar senderismo interpretativo.
Esta ruta pretende poner el acento en toda la riqueza etnográfica, cultural, social y por supuesto medioambiental ligada a las caceras segovianas, empezando por una figura crucial para su mantenimiento: los llamados PASTORES DEL AGUA. Un recorrido por cualquiera de estas caceras permite rescatar valores hoy en día muy de moda, pero que antes estaban más que interiorizados. Las actividades humanas se desarrollaban en perfecto equilibrio con los recursos. La tolerancia social y religiosa estaba muy presente entre cristianos y musulmanes, que cooperaron para asegurar la supervivencia mutua. La cultura, terminología y costumbres asociadas a las caceras es tan vasta y rica, que permiten una introspección absoluta hacia modos de vida que curtieron lo que somos hoy en día. Ahora que ser más sostenible es el objetivo, a veces conviene tomar apuntes del pasado para poner enfrentar el futuro de un modo más consciente.
CURIOSIDADES Y DATOS A TENER EN CUENTA
El origen de este elemento etnográfico tan crucial en la época no está claro, aunque es probable que se remonte a la repoblación altomedieval de esta tierra. Los primeros testimonios escritos datan de 1400 y ya se hacía referencia a ella como algo que venía de tiempos inmemoriales. Más allá de la naturalización del propio cauce de agua y, con ella, de la vida y biodiversidad que se originó a su paso, hay algunas cuestiones que merecen la pena ser resaltadas:
UN POCO DE HISTORIA
Si hoy en día el agua es considerada el líquido elemento y un bien más que preciado, podemos llegar a entender lo que significaba el acceso a ella o no en la antigüedad. Se dice que la III Guerra Mundial llegará en el fragor de la batalla por el agua dulce, ya que por mucho que nos parezca un bien infinito, sólo el 1% de toda el agua del planeta es potable, frente a la inmensidad del agua salada de los océanos. Gracias al avance de las tecnologías, en la actualidad el agua llega a cualquier parte, sólo hace falta una cañería y en todo caso una buena bomba. Hasta hace bien poco, las cosas no eran ni tan sencillas ni tan evidentes. La presencia o no del agua suponía un punto de inflexión en todos los sentidos, empezando por la propia vida y, en este sentido, condicionaba por completo las actividades humanas. La supervivencia dependía de unas condiciones favorables y del ingenio del hombre para saber adaptarse o no a ellas.
En Segovia saben muy bien de todas estas cuestiones. No en vano, la propia ciudad, uno de los máximos exponentes históricos de la corona de Castilla, no hubiese podido existir sin el ingenio de los romanos, que fueron capaces de construir una auténtica obra de ingeniería hace ya veinte siglos. El acueducto de Segovia permite traer agua desde el manantial de Fuenfría, situado en la cercana Sierra de Guadarrama a 17 kilómetros de la ciudad, después de recorrer más de 15 kilómetros y sortear todo tipo de dificultades orográficas. Abastece a la ciudad y le permitió en su día permanecer resguardada entre la seguridad de las antiguas murallas medievales y con la frontera natural que suponía la confluencia de los ríos Eresma y Clamores.
No es el único ejemplo en la provincia. A pesar de ser conocida por erigirse en uno de los principales núcleos de la floreciente industria lanera, que puso a Castilla en el mapa de la exportación de lana a toda Europa, hay unos elementos mucho menos desconocidos, pero de incalculable valor etnográfico, ecológico y medioambiental: las caceras son, más que cauces naturalizados por los que transcurría el agua de la sierra, las responsables de que directamente la vida en los municipios colindantes y el mantenimiento de las actividades económicas tradicionales ligadas a la agricultura y la ganadería en la zona fueran posibles.
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