Vista de los tejados de Motril
En el corazón de la Costa Tropical de Granada protegida de los gélidos vientos de Sierra Nevada por las cumbres de Sierra Lújar y bañada por el Mediterráneo se encuentra Motril. Su vega, sus cultivos tropicales y de caña de azúcar dan lugar a un microclima excepcional con temperaturas anuales entorno a 20º C., con más de 320 días de sol al año.
Se conocen asentamientos desde el Neolítico y posteriormente púnicos y romanos. La presencia Ibera, Púnica y Romana profundizó en esta estrategia de ocupación de las llanuras y laderas con fines agrícolas y mineros. Entre los siglos IV y IX se produce un desplazamiento de la población desde las zonas costeras hacia las áreas altas de las sierras litorales, donde se construyen enclaves frecuentemente fortificados. Sin duda, este proceso estuvo influenciado por la quiebra del sistema romano y la consiguiente inestabilidad que afecta a la región que transforma estas áreas en zonas inseguras. A partir del siglo X la estabilidad de la nueva situación administrativa y militar, así como la bonanza climática que se inicia en este periodo, permite la ocupación de nuevo de los enclaves costeros y fluviales.
La actividad minera está constatada al menos desde el siglo XI, cuando se menciona la existencia en la zona de un importante yacimiento minero. Se trata de las minas de “atutía” asociadas a la alquería de Batarna (Torrenueva) y que no eran otras que las del cerro del Toro.
No obstante, todo parece indicar que fue en Baja Edad Media, cuando Motril fue ganando importancia dentro de la vega del Guadalfeo. Probablemente en el origen fuera una pequeña aldea que basaba su economía a partir de la construcción de una acequia. La construcción de esta y las nuevas plantas traídas desde oriente en el bajomedieval, hicieron de Motril un enclave con cada vez más peso en la Costa, lo que se fortaleció con la conquista por los reyes Católicos en 1489, al actuar Motril de polo de atracción de la población mudéjar expulsada de los núcleos fortificados circundantes.
A lo largo del siglo XVI y como consecuencia de la conquista castellana, Motril se fue consolidando como el principal centro económico y administrativo de la comarca, con una agricultura basada en el cultivo y transformación de la caña de azúcar. La expulsión de los moriscos motrileños en 1570 tras la sublevación y guerra de 1569 puso fin a casi un siglo de muy difícil convivencia de la que todavía no se ha hecho evaluación a niveles poblacionales y económicos, aunque, todo parece indicar, que la crisis tras la expulsión, en el último decenio del siglo se había superado.
El siglo XVII es un siglo de bonanza, la manufactura del azúcar era la principal actividad económica, la cual permitió la transformación urbana de la villa hasta la epidemia de peste de 1679.
Tras superar la crisis provocada por la epidemia de la peste, el siglo XVIII se inicia en Motril con un repunte en la industria azucarera que a lo largo del siglo conocerá sus peores momentos debido tanto a factores como la degeneración de la planta, la alta presión fiscal que gravaba la producción azucarera, las continuas heladas y la competencia del azúcar de las colonias. Todos ellos contribuyen a la práctica desaparición de la planta de la vega motrileña hacia 1800 y su sustitución, por el arroz en un primer momento y mas tarde por el cultivo del algodón hasta mediados de la centuria siguiente, con la aparición de la tecnología del vapor aplicada a la fabricación de azúcar, hará renacer con renovado ímpetu la industria azucarera de la ciudad y que dará lugar al nacimiento de una nueva burguesía mercantil, creadora de espacios domésticos y lúdicos que prestigian su ascenso y estatus (Teatro Calderon, Casa de la Condesa, Casa de Garach, etc.)
Tras el paréntesis de la Guerra de la Independencia, en la que Motril fue ocupada por las tropas francesas, la ciudad resurge a mediados del siglo al iniciarse una nueva expansión de la caña y de la industria azucarera.
A comienzos del siglo XX se inicia la crisis del sector azucarero, por competencia del azúcar de remolacha, la superproducción y los cambios en la política de protección de mercados, lo que determina la disminución de beneficios para el pequeño agricultor, el cierre de los establecimientos no rentables y la reconversión de factorías por parte de la Sociedad General Azucarera erigida en 1903, hacen que este cultivo se encuentre al borde de su extinción. En cambio, en las huertas y jardines de la vega ya a mediados del siglo XIX se comenzaron a plantar los primeros cultivos subtropicales; chirimoyos, aguacates y mangos que sustituyeron a los tradicionales cultivos de árboles frutales a partir de 1950 y se generalizaron desde 1970 como respuesta a la crisis azucarera, extendiéndose progresivamente, conforme ascienden las cotas de los sistemas de regadío, por bancales y laderas.
Así, al comenzar el siglo XXI, Motril es la segunda ciudad de la provincia con un fuerte cambio socioeconómico apoyado tanto en la agricultura como en el sector servicios y con una clara vocación turística.
En el ámbito de la arquitectura civil destacan, entre otros, el Ayuntamiento, La Real Casa de Comedias, la casa de D. Alonso de Contreras o la más conocida como de la Inquisición en la calle marqués de Vistabella.
En el ámbito de la arquitectura religiosa se amplía la Iglesia Mayor a la que se dota de crucero y capilla mayor de gran monumentalidad, obra de Ambrosio de Vico y se construyen la mayoría de iglesias, conventos y ermitas.
Latitud: 36.743020 | Longitud: -3.517690
Motril
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