Judería de Estella/Lizarra
Recorre los dos barrios en los que habitaron los judíos llegados a Estella, denominados Elgacena y la judería nueva.
Un recorrido que comienza en la oficina de turismo y continúa por la calle San Nicolás hasta llegar a La Rúa, en sentido inverso al de la ruta jacobea. Al final de esa calle se desvía ligeramente hasta santa María Jus del Castillo, construida en el barrio de Elgacena, sobre lo que se cree que fue la antigua sinagoga. El incendio del primer asentamiento judío de Estella a mediados del siglo XII forzó a los habitantes judíos a trasladarse un kilómetro hacia la entrada de Estella, rumbo que sigue el itinerario hasta llegar a la muralla de la judería nueva.
La fuente de los Chorros, del siglo XVI, una de las pocas renacentistas que se conservan en Navarra, centra el espacio de la plaza de San Martín, alrededor de la cual se levantan el antiguo ayuntamiento (actualmente ocupado por los Juzgados de Estella y ubicado en el solar donde anteriormente estuvo la iglesia de San Martín), con una bella fachada barroca del XVIII en el que destacan los balcones y dos grandes escudos de la ciudad, y a su lado, un singular edificio que muestra un bello conjunto de puerta y ventana de arco apuntado, procedentes de un antiguo convento y reutilizados en el siglo XX.
La Rúa, popularmente conocida como Rúa de las Tiendas, se levanta sobre lo que fue parte de la judería medieval, en un tramo que sufrió importantes transformaciones a partir del siglo XV. El propio apodo comercial de este vial, donde se localizaban las curtidurías y diferentes negocios de los hebreos, recuerda una de las actividades principales de este colectivo en Estella: el comercio. En el arranque de la Rúa, muy cerca de la plaza, se encuentra la Casa de Cultura Fray Diego de Estella, palacio plateresco del siglo XVI construido por la familia de este ilustre franciscano, autor de este ilustre franciscano, autor de tratados sobre ascética y mística, identificado por algunos autores como descendiente de conversos. Documentada junto a otras viviendas de cristianos, en este calle estuvo también la casa de un judío llamado Juan Lucas, platero y vinatero. Hacia el final de la calle, además del actual albergue de peregrinos, que sigue reivindicando hoy con fuerza la condición de Estella como parada y fonda en el Camino de Santiago a su paso por Navarra, se encuentra el palacio de los Echávarri, del siglo XVII, también conocido como palacio del Gobernador, que esconde en su interior un bello patio renacentista y que se prepara para convertirse en Museo de la Historia del Carlismo. Los escudos de la portada se acompañan de la fecha de construcción de la fachada, de sillar y ladrillo, al estilo de las construcciones del Madrid de los Austrias: 1613. El puente de la Cárcel, a la izquierda, cruza el río Ega y comunica la judería con el barrio de San Miguel; el puente actual sustituyó en 1973 al primitivo románico, que hicieron saltar por los aires los liberales durante el bloqueo de la ciudad durante la III Guerra Carlista.
La calle de Santa María de Jus del Castillo arranca de la confluencia de la Rúa con la calle Curtidores e inicia la ascensión hacia el castillo de Zalatambor pasando por debajo de la calle Fortunato Aguirre, que forma parte de la variante de Estella. Como si se tratara de un túnel del tiempo, la subida hacia la fortaleza es también una incursión en la zona de la primera población judía de Estella, en un barrio donde la mayor parte de las casas permanecen ocultas bajo tierra, después de haber sufrido siglos de abandono. La actual iglesia de Santa María de Jus del Castillo es románica, de una sola nave y con ábside en forma de tambor, aunque su fachada y su torre son barrocas. Junto a la iglesia se pueden apreciar con claridad restos de las murallas que fortificaban el castillo, y detrás de ella se encuentra el convento de Santo Domingo, fundado por Teobaldo II en 1259, un edificio cargado de referencias históricas (en él se llegaron a celebrar Cortes) y muy relacionado con el poder real, que fue cenobio dominico hasta 1839 y que actualmente acoge una residencia de ancianos. Además de la iglesia, gótica también de una sola nave, se conserva, después de una restauración en profundidad, buena parte del monasterio, aunque no está abierto al público.
Algo más de un siglo después de que la sinagoga de Estella se convirtiese en iglesia de Todos los Santos, el rey Teobaldo II la cedió en 1265 a dos monjes hermanos, Pero Miguel y Fortunio, junto con una viña, para que se convirtiese en un pequeño convento adscrito a la orden de Grandmont, dotándola con la propiedad de algunas reliquias martiriales, y convirtiéndose en lugar de peregrinación para los caminantes hacia Santiago. La orden de Grandmont, fundada en el siglo XII a partir de las enseñanzas del eremita Esteban de Thiers, en Limoges, se basaba en la observancia de una pobreza estricta, y en el alejamiento de todo contacto con el mundo.
Un camino de tierra comunica la iglesia de Santa María de Jus con el castillo de Zalatambor, uno de los dos que tuvo Estella en la Edad Media, unidos entre sí por murallas y formando un gran sistema defensivo. Actualmente en proceso de excavación arqueológica, el castillo de Zalatambor se levantó a finales del siglo XII en la llamada Peña Mayor, complementando la fortaleza del vecino castillo de Lizarrara, instalado en la Peña Menor, sobre el que el gobernador navarro Eustaquio de Beaumarchais levantó después, en el último cuarto del siglo XIII, el castillo de Belmecher. El conjunto fortificado sufrió varios asedios entre los siglos XIII y XV por parte de las tropas de Castilla y Aragón, aunque todos terminaron fracasando. Además de como castillo, Zalatambor funcionó también como residencia real, en la que se alojaron, durante sus estancias en Estella, Teobaldo II, Carlos II el Malo o Carlos III el Noble. Cuando el castillo pasa a manos de Fernando el Católico, en 1512, el rey ordena su demolición, a la vez que el desmochamiento de las torres de San Pedro y San Miguel. La fortaleza no se demolió, sin embargo, hasta una nueva orden de Felipe II, cuando el rey decidió cambiar la tradicional posición defensiva de Estella frente a Castilla y Aragón por una nueva posición más adelantada en Pamplona, ante la amenaza de Francia entre 1572 y 1576. En la actualidad, la subida al castillo a través de la escarpada senda constituye la oportunidad de situarse en un privilegiado mirador sobre la ciudad de Estella y su entorno, imaginando a sus pies el caserío donde vivieron los judíos durante tres siglos.
De regreso hacia el rio, la calle de Elgacena recuerda el nombre que tuvo el primitivo barrio judío de Estella. Aunque el primer documento que habla de la judería de "Olgacena" es de 1135, el Fuero de 1090, inspirado en el de Jaca y otorgado por Sancho V, se refiere ya a los moros y judíos asentados en la localidad. Por entonces, la judería únicamente estaba vinculada al núcleo de San Pedro y a las defensas de los castillos, puesto que los barrios del otro lado del río no se fundieron con éste en un único municipio hasta el año 1266. Aquel primer poblamiento de judíos se vio incrementado en la segunda mitad del siglo XII con la llegada a Estella de nuevos vecinos dedicados fundamentalmente al comercio y al servicio de acogida a los peregrinos que venían de Francia hacia Santiago, propiciando un crecimiento de la ciudad en el que el colectivo hebreo empezó a cobrar enseguida protagonismo. Y así hasta el siglo XIII, considerado como el de la máxima prosperidad tanto de Estella como de su judería.
En el último cuarto de esta centuria, sin embargo, disposiciones reales como la prórroga por ocho años de los intereses contraídos con los judíos por parte de los cristianos o la penalización de la usura, que en algunos casos llegaba a triplicar los intereses de los deudores, indican una ruptura del sistema mantenido hasta entonces. De hecho, la gran presión ejercida sobre la aljama por parte de los cristianos y de sus autoridades obligan a los judíos a reclamar la protección real de Pamplona, a principios del siglo XIV, una centuria en la que la monarquía navarra se mostraría incapaz de defender los derechos de los judíos, a pesar de ser éstos considerados como una propiedad del rey. Tras el asalto de 1328, en el que las casas de la judería fueron saqueadas y resultaron muertos algunos de sus pobladores, la aljama estellesa ya nunca volvió a ser la misma. En 1329 la reina Juana II establece una multa de 10.000 libras a la ciudad para castigar aquellos sucesos, decretando la pena de muerte para los principales cabecillas y el encarcelamiento de otros responsables, como el fraile Pedro de Ollogoyen, considerado culpable de enardecer a las masas con sus sermones antijudíos; medidas que se quedaron en su mayor parte sin ejecutar. A lo largo del siglo XIV, con Carlos II el Malo y Carlos III el Noble, los judíos siguieron estrechamente vinculados a la Corona, a través de familias como los Leví o los Orabuena. León Orabuena, médico y rabino mayor de Estella, ejerció como médico de Carlos III, un rey tan célebre por sus viajes como por la ampulosidad de su corte, en la que brillaban los médicos y los astrólogos judíos. La existencia de judíos ilustres, como Sento Saprut, Abraham ben Isaac, David ben Samuel (autor del Kiryat Sefer) o Judá ben Joseph ibn Bulat, o la residencia aquí del gran escritor tudelano Abraham ibn Ezrá, dan la pauta de que la judería de Estella, que en 1366 registraba 85 familias, fue una estrella que se extinguió lentamente a lo largo de todo el siglo, coincidiendo con el inicio de una decadencia general de la ciudad, que no tendría recuperación hasta el siglo XVIII.
El primer documento en el que se habla de la judería de Olgacena, fechado en 1135, se refiere precisamente a la donación a los barones de Estella, por parte del rey García Ramírez, de un solar situado sobre el lugar en el que se levanta hoy la iglesia del Santo Sepulcro, al final de la calle de Curtidores, lo que podría indicar que en ese momento la judería de Elgacena ya estaba despoblada, y que el colectivo hebreo vivía en una nueva judería, situada más al sur, que fue la que estuvo habitada hasta 1498. Integrada ya en la verde pradera del parque fluvial que se extiende junto a la orilla del Ega, la iglesia comenzó a construirse a finales del siglo XII, y no se terminó hasta el XIV, constituyéndose inmediatamente en uno de los hitos del Camino de Santiago, que discurre frente a sus puertas. El templo se articula a partir de una sola nave con ábside semicircular, y luce una bella portada gótica con una rica iconografía de la Crucifixión, la Resurrección y la Última Cena, en algunos casos interpretada como imposición final de la fe cristiana en un entorno tradicionalmente judío. En las ménsulas de la puerta, sin embargo, dos profetas que simbolizan el Antiguo Testamento, como base sobre la que se sostiene el Nuevo Testamento de Jesús, se representan con rasgos claramente judíos.
Con la referencia de que el cementerio judío pudo estar según mandan los cánones hebreos, al otro lado del río, el itinerario permite aún un cierto alargamiento para contemplar el espacio donde estuvo situada la judería "nueva", que existió desde mediados del siglo XII hasta finales del XV, desde la otra orilla del Ega. Tras atravesar la pradera y cruzar el puente, la avenida de Pamplona conduce, a la derecha, hasta una bifurcación que asciende hasta las proximidades del parque de Bomberos. Desde allí existe una buena vista de la parte trasera del convento de Santo Domingo, de las alturas donde estuvieron emplazados los castillos y de los restos de las defensas que aún se conservan, y que coinciden con la parte oriental de las murallas de la judería estellesa. Sobre las actuales fincas privadas que hoy se reparten la montaña no es difícil distinguir el trazado de alguno de esos muros, en un lugar donde futuras excavaciones arqueológicas pueden producir resultados sorprendentes.
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