Vidangoz
Es uno de los siete municipios navarros que forman el denominado Valle del Roncal. Limita al norte con Uztárroz y Ezkaroz, al sur con Burgui y Gallués, al este con Roncal, y al oeste limita con Iciz e Igal (Valle de Salazar).
La forma más rápida de llegar es la siguiente: Saliendo de Pamplona/Iruña por la N-240 hasta el cruce de Lumbier, una vez en Lumbier se coge la NA-178 dirección Navascues – Otxagabia, y a la altura de Güesa se desvía a la derecha y a 10 km. se encuentra la Villa de Vidángoz.
La mayor parte de las casas se concentran en la ladera de un monte quedando la iglesia en un alto, claramente destacada del conjunto. Corre al lado, en su parte baja, el río Biniés atravesado por tres puentes dejando al otro lado: El Molino, la ermita de San Miguel, Zeriorena, Larrambe y Maisterra.
Partiendo del templo por la calle de San Pedro se localiza una casa del siglo XVI de dos cuerpos, con un gran portal apuntado en el primero y dos ventanas, una recta y otra de arco escarzano en el segundo (Mailuxa). A este mismo siglo pertenece la casa parroquial según el arco ligeramente apuntado que posee, aunque fue totalmente reformada en su día y hoy se encuentra muy deteriorada. En general predominan los edificios de sillarejo en la totalidad de la fachada o un zócalo de piedra y el resto enlucido en blanco, con arcadas de piedra en las entradas.
La calle Mayor, que atraviesa la población longitudinalmente, incluye algunas construcciones modernas que reaprovechan antiguos portalones apuntados o de medio punto con claves decoradas con el anagrama de Cristo en caracteres góticos (Arlla).
Desemboca la calle en un frontón adosado a una casa reformada en 1956 con arco apuntado de ingreso. Otro edificio lleva la fecha 1907, y un tercero ostenta la inscripción año 1777 y en la puerta de medio punto un anagrama entre lauburus.
Cuenta el pueblo con un total de 79 edificios destinados casi en su totalidad a vivienda en una u otra época del año.
Iglesia de San Pedro es de construcción medieval, remodelada en el s. XVI, al que pertenecen la portada, torre, cabecera, capillas y cubierta. Presenta nave única de tres tramos de gran anchura y cabecera poligonal, más dos capillas laterales a modo de crucero. Los muros, en su parte inferior, son de sillar irregularmente aparejado, en la superior, enlucidos. La cubierta, del s. XVI, se compone de tres tramos de bóvedas estrelladas de nervios moldurados con claves decoradas por cruces «pathés»; arcos fajones apuntados delimitan los tramos, apoyando en ménsulas semicirculares con bolas. La cabecera recibe bóveda de paños con claves. Las capillas presentan cubierta con terceletes y ménsulas, y el coro, un arco rebajado de embocadura que apea en un pilar poligonal terminado en un friso con bolas y cubierto por bóveda. El coro alto, por su parte. Presenta un antepecho de arcos de medio punto moldurados jalonados por pilastras cajeadas. Retablo mayor, barroco, de finales del s. XVII o principios del XVIII, con elementos anteriores, renacentistas, del s. XVI. El retablo de la Virgen del Rosario, tardorrococó, es obra fechada en 1801; la imagen de la titular es de finales del s. XVI. Por su parte, el retablo del Santo Cristo, de la primera mitad del s. XVII, es de estilo purista. Muy interesante órgano construido probablemente por Diego de Amezua en 1784 con caja estilo rococó y neoclásico.
Interesante sillería rococó, obra, junto a la caja del órgano, de Miguel Ayerdi, comenzada en 1744. La sacristía custodia una serie de piezas de orfebrería, entre las que destacan varios elementos litúrgicos, barrocos, del s. XVIII, ejecutados por Pedro de Aguinagalde, así como un portapaz manierista, de bronce dorado, de la segunda mitad del s. XVI.
No podemos olvidar uno de los tesoros que ha hecho famoso a todo el valle, el buen queso, bien conocido por el roncalés que lo lleva escrito en la sangre. La forma de elaboración es artesanal y constituye una tarea y un rito celosamente guardados en tradiciones no escritas que se transmiten de padres a hijos desde tiempos inmemoriales. En su composición no entran elementos ajenos a la leche, el cuajo y la sal, de manera que nunca ha perdido su sabor y aroma característicos. El resultado es un producto de formato cilíndrico, bien cortezado, compacto y de corte frágil y corto, cerrado pero salpicado de pequeños orificios de tipo regular. De color blanco marfil, tirando a amarillo pálido, posee un sabor recio, pronunciado, ligeramente picante, muy definido y mantecoso al paladar.
Latitud: 42.803966 | Longitud: -1.013832
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