Andalucía es un territorio amplio y diverso, muy rico en espacios naturales de gran riqueza y con una variedad de señas de identidad culturales muy marcadas y reconocibles. Hablar de Andalucía es hablar inevitablemente de su gente, del carácter abierto y afable del andaluz, que a lo largo de los siglos ha esculpido una forma de ser única ligada a la idiosincrasia de un territorio en donde muchas civilizaciones han dejado su impronta a lo largo de los siglos. Andalucía es tan grande y heterogénea que tiene muchísimas cosas diferentes que ofrecer al visitante. Sin embargo, existen elementos comunes que unen sus diferentes provincias y que, además, son indispensables para entender muchos procesos naturales, etnográficos e incluso históricos, que conllevan un aprendizaje y toda una experiencia en contacto con la realidad andaluza más auténtica.
Esta propuesta de ruta transcurre por uno de esos elementos que, a lo largo de los siglos, ha trazado lazos y estrechado vínculos entre territorios y habitantes andaluces, desde Jaén hasta Huelva, pasando por Córdoba o Sevilla. La Sierra Morena es el relieve más antiguo de Andalucía, surgido en la Era Primaria y que constituye el límite con la meseta central de la Península Ibérica. Debe su nombre a materiales geológicos como las pizarras o las cuarcitas que, junto con el bosque mediterráneo que lo cubre, le dan un tono oscuro muy emblemático. Su relieve desgastado, con cimas redondeadas y la erosión hídrica marcando el paso durante millones de años, le han dado una identidad al paisaje sin apenas comparación en otras regiones andaluzas. Más allá de una riqueza natural materializada en numerosos espacios protegidos, la huella del ser humano a través de dehesas, actividades tradicionales y modos de vida hermanados al carácter de un territorio es más que patente. Recorrer la Sierra Morena es vivir de primera mano la Andalucía más auténtica.
CURIOSIDADES Y DATOS A TENER EN CUENTA
- NATURALEZA EN ESTADO PURO: Andalucía es la región con la red más importante en superficie y en número de espacios protegidos de la Unión Europea. Con 247 espacios que, en conjunto, abarcan una superficie de unas 2,8 millones de hectáreas, el abanico de ecosistemas, de fauna y flora autóctona y de recursos naturales o culturales ligados a ellos constituyen un valor añadido difícilmente cuantificable. A lo largo de esta propuesta de recorrido es posible visitar cinco espacios protegidos, el Parque Natural de la Sierra Andújar (Jaén), el Parque Natural Sierra de Cardeña y Montoro (Córdoba), el Parque Natural Sierra de Hornachuelos (Córdoba), el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla y el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva). Visitarlos es poder estar en contacto con naturaleza en estado puro, pudiendo observar fauna característica de la zona como el LINCE, el ÁGUILA IMPERIAL, el BUITRE NEGRO y el LEONADO o la CIGÜEÑA NEGRA. De hecho, un 60% de la población de lince ibérico en la península se concentra en los Parques Naturales de Sierra de Andújar y en el de Cardeña y Montoro. Resulta curioso observar en muchos lugares la presencia de MAJANOS o amontonamientos de leña, para facilitar el apareamiento de CONEJOS, ya que la supervivencia en libertad del lince, más allá de la conservación de su hábitat, pasa por la presencia de este mamífero, su principal fuente de alimentación.
- LAS DEHESAS Y LOS USOS DEL TERRITORIO: Resulta curioso observar una dicotomía que ha marcado el paso del ser humano por estos territorios. Los materiales de los que está formada la Sierra Morena hacen que el suelo sea muy pobre y pedregoso para la agricultura, lo que contrasta con la riqueza del subsuelo en todo tipo de yacimientos minerales, extraídos en algunos casos desde la época romana. Es el caso por ejemplo del monumento natural CERRO DEL HIERRO, en el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla, en donde el aprovechamiento minero se mantuvo durante muchos siglos conformando un paisaje con formas y colores únicos. Más allá de la importancia del HIERRO, el COBRE, el PLOMO o el CARBÓN, así como de la utilización de muchos espacios y fincas para FINES CINEGÉTICOS, hablar de los usos del territorio es hablar, inevitablemente, de los espacios agroganaderos. El más singular de todos, la DEHESA. Un ecosistema de incalculable valor ecológico que lleva implícita la impronta del hombre, sin duda uno de los rasgos identitarios más marcados de la Sierra Morena. La palabra dehesa viene del participio latín defensa. Su significado proviene de la necesidad, en la época de la ocupación musulmana, de aligerar los tupidos bosques mediterráneos de matorrales, sobre todo en los entornos de los núcleos de población, para prevenir emboscadas por sorpresa. La dehesa es, con casi toda probabilidad, uno de los mayores exponentes en la península ibérica de equilibrio entre las actividades humanas y la naturaleza. Una estudiada simbiosis en donde la riqueza en biodiversidad de flora y fauna convive con una ganadería de razas autóctonas, con el CERDO IBÉRICO ejerciendo el papel de anfitrión. Todo ello con un beneficio socio-económico para las comarcas que la sustentan, basado en una triple vertiente: la conservación del suelo y la custodia del territorio, el respeto por el medio ambiente y sus recursos y, por último, la producción de alimentos de gran calidad. La mano del hombre, con maestría, cuidado, tacto y cariño a lo largo de los siglos, han hecho de la dehesa un ecosistema humanizado de manual, de incalculable valor ecológico, medioambiental y etnográfico.
UN POCO DE HISTORIA
El 2 de abril de 1767 se autorizó la entrada en España de 6.000 colonos católicos procedentes de Suiza, Alemania y Centroeuropa para poblar la Sierra Morena en Andalucía. Un hecho histórico muy significativo impulsado por Carlos III debido a la falta de seguridad de los viajeros que empleaban la carretera general de Andalucía, a su paso por Despeñaperros, una región completamente despoblada por aquel entonces, que era tramo habitual para el bandidaje.
En 1766 el Rey aceptó la propuesta de Johannes Caspar von Thurriegel, un oficial bávaro que se comprometió a traer a España seis mil colonos, la mayoría procedentes de Alemania y Flandes. Las únicas condiciones exigidas incidieron en que fueran católicos, labradores o artesanos y pacíficos ciudadanos. Se les prometía un lote de tierras, utensilios para labranza, unas cabezas de ganado y 326 reales de vellón, una oferta más que atrayente para una Europa en recesión.
Carlos III designó como responsable de la ocupación al superintendente Pablo de Olavide, que fue el encargado de la redacción del Fuero de Nuevas Poblaciones (1767). Este fuero fijaba el número de familias que debían vivir en cada núcleo, la distancia entre las poblaciones y la prohibición de establecer, por ejemplo, comunidades religiosas y centros de enseñanza medios o superiores, pues no querían que los recién llegados abandonasen las tierras para iniciar una vida religiosa o una carrera liberal en la ciudad.
Localización
Latitud:
37.39532329903697 |
Longitud:
-5.995874404907227