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Añana

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Un poco de historia...

El Valle Salado de la localidad alavesa de Añana es actualmente uno de los paisajes culturales más espectaculares y mejor conservados de Europa. Posee más de 1.200 años documentados de historia.

En tiempos del Imperio Romano, a escasos kilómetros de la explotación de sal de Añana, bajo la localidad de Espejo, surgió una ciudad denominada Salionca por el célebre geógrafo Ptolomeo. Su desarrollo económico atrajo a la población del entorno.

En torno al siglo V, Salionca fue destruida tras sufrir un gran incendio que produjo el abandono de la ciudad por parte de sus habitantes que se trasladaron a trabajar al valle salado.

La comunidad que se instaló de forma dispersa en todo el entorno al valle de Haniana, tal y como se conocía en el altomedievo, sufrió un nuevo cambio entre el siglo VIII y la primera mitad del X. Durante ese período, Añana fue el objetivo principal de dos de las expediciones militares (año 822 y 865) del ejército musulmán por las tierras de Álava y los Castillos. Debido a varios factores, la gran comunidad que explotaba las salinas se dividió en una red de seis aldeas de funcionamiento completamente autónomo.

La fuerte presencia de poderes feudales en Añana, donde había más de cincuenta instituciones religiosas participando en la explotación, se vio frenada tanto por la fortaleza de las propias comunidades y sus aristocracias como por el incremento del poder de los reyes a partir del siglo XII. En concreto, Alfonso I el Batallador otorgó al valle en torno a 1114 el primer fuero real del País Vasco. Con esta concesión, se produjo el último cambio en el poblamiento salinero. En concreto, los vecinos de las seis aldeas abandonaron sus respectivos núcleos de población para ir a habitar el lugar elegido por el rey para crear la villa amurallada de Salinas de Añana.

En el siglo XIV, cuando monarcas menos poderosos permitieron que Añana acabara en manos de señoríos nobiliarios, primero bajo el dominio del Monasterio de las Huelgas en Burgos y después bajo la autoridad de la familia de los Sarmiento, quienes se convirtieron en Condes de Salinas.

A mediados del siglo XV se decretó el monopolio de la sal por Felipe II y que finalizó con las reformas borbónicas del antiguo régimen en 1869. Durante esta fase de control estatal, la corona obligó a los salineros a cambiar el sistema de producción empleado tradicionalmente. Esto provocó una profunda transformación de todo el valle salado, perteneciendo la mayor parte de las estructuras que podemos observar en la actualidad a esa fase.

Las obras que los propietarios fueron obligados a acometer a principios del siglo XIX llevaron a muchos de ellos a la ruina. A pesar de ello, Añana logró grandes ventajas respecto a sus competidoras, puesto que se incrementó notablemente la producción y se logró una sal blanca de gran pureza. De hecho, la Comunidad de salineros presentó su producto en la Exposición Universal de Londres de 1851 y fueron premiados con la mención honorífica y una medalla de bronce. Cuando el Estado puso fin al monopolio, los productores recuperaron el control completo de la explotación. Si bien durante un tiempo las perspectivas fueron buenas por la fuerte inversión efectuada y el valle alcanzó su máximo esplendor con más de 5.000 eras de hacer sal en funcionamiento, nada pudo evitar el fuerte declive que se produjo en el siglo XX. La decadencia de la actividad se debió, entre otros factores, a la introducción de mejoras en la producción de las salinas costeras, a la puesta en funcionamiento de métodos industriales en los yacimientos de sal gema y a la instalación de líneas ferroviarias que abarataron el transporte y, por tanto, el precio final de la sal. De este modo, resultaba más barato consumir sal de Torrevieja en Añana que producirla en sus propias salinas.

Visita

 

  • Los manantiales son surgencias que suministran la salmuera a nivel de superficie de manera natural y continua, lo que permite su empleo sin necesidad de realizar perforaciones ni bombeos. Existe un gran número en el Valle Salado y su entorno, pero sólo cuatro de ellos (Santa Engracia, La Hontana, El Pico y Fuentearriba) son aprovechables, pues su caudal es permanente (unos 3 litros por segundo) y su grado de salinidad está cercano a la saturación (210 gramos por litro).
  • Los Canales: El transporte del agua salada se realiza de manera continua y por gravedad a través de una red de canales llamados royos. Si bien en origen gran parte de ellos eran simples zanjas excavadas en el terreno, con el tiempo fueron sustituidos por troncos de madera, generalmente de pino. El sistema de distribución principal -con más de tres kilómetros de longitud total- inicia su recorrido en el manantial de Santa Engracia en un canal único que se divide en dos en una arqueta denominada Partidero, por la ladera oriental del valle discurre el Royo de Suso y por la occidental el de Quintana. Por el primero van doce partes de la salmuera y por el segundo trece. A corta distancia del repartidero, en el denominado Celemín, se vuelve a dividir en dos. El que abastece la parte del Este sigue denominándose Quintana y el que provee a la zona central se denomina del Medio o Meadero.
  • Los Pozos: Los depósitos son el corazón de las granjas de hacer sal y su llenado la causa de la mayor parte de las disputas entre los salineros. Esto se debe a la cantidad limitada de agua salada que emana de los manantiales, el gran número de eras existentes y la concentración de las labores de producción durante unos meses concretos. Todo ello explica el elevado número de pozos existentes en las salinas (actualmente 848) y la necesidad de un complejo reglamento de distribución de aprovechamiento de la muera conocido como libro maestro. La morfología de los pozos es variada, pero a grandes rasgos se puede dividir en cuatro tipos: los exteriores, los de boquera, los calentadores y los de encube.
  • Las Eras: La obtención de la sal en Añana se basa en la evaporación del agua contenida en la salmuera por medios naturales. Para ello, se vierte el agua salada en unas superficies horizontales llamadas balsas o eras cuya superficie varía entre doce y veinte metros cuadrados. Los grupos de eras trabajadas por un mismo propietario se denominan granjas. Éstas se van adaptando a la compleja topografía del lugar, tanto en forma como en altura, dando lugar a complicadas figuras que ocupan la mayor parte del Valle Salado. El momento de máximo esplendor fue a mediados a siglo XX, cuando en el valle llegó a haber en explotación 5.648 eras.
  • Los Almacenes de Sal: Las edificaciones destinadas a guardar la sal en Añana se pueden dividir en dos tipos: privadas y públicas. Las primeras son también denominadas terrazos y eran propiedad particular de los salineros. Este tipo de estructuras se sitúan principalmente bajo las eras, aprovechando los huecos existentes entre los muros de las terrazas y las plataformas de evaporación. Esta técnica constructiva facilita en gran medida su llenado, pues la sal es simplemente vertida por unos pequeños huecos abiertos en la superficie de las eras llamados boqueras. Su funcionalidad principal es la de albergar la sal hasta el momento de su transporte a los almacenes públicos situados en el exterior de la explotación. Añana contaba con cuatro de estas edificaciones, que fueron construidas y controladas por el Estado durante el estanco de la sal. Se conocían como El Grande, El Torco, Santa Ana y El Almacenillo del Campo. En ellas se guardaba al final de cada temporada el conjunto de la producción. En total podían almacenar unas 110.113 fanegas de sal (aproximadamente unos 5.681.830 kilogramos).

Localización

Latitud: 42.800585   |   Longitud: -2.983494

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