“La silueta del Anboto se recortaba sobre el claro cielo de primavera. Como siempre que la dama se hallaba en él, hilos de nubes entrelazados cubrían su cumbre ocultándola de la vista de los mortales, rodeándola de misterio. Desde el comienzo de los tiempos, los habitantes del valle habían dirigido cada día sus miradas hacia la cúspide, suspirando aliviados cuando comprobaban que estaba cubierta porque sabían entonces que la diosa estaba en su casa y podían contar con su protección y descorazonados por la incertidumbre de su regreso cuando aparecía limpia porque ello significaba que Mari había acudido a alguna de sus otras moradas en Zaldiaran, Aketegi, Murumendi, Akelarre, Lezea o Azalegi”
La Herbolera, Toti Martínez de Lezea.
Nuestros antepasados, al igual que en otras muchas culturas, creían que la Tierra era la madre del Sol y de la Luna ya que de ella salían y en ella entraban. Era, por ello, la que daba vida a montes y campos, ríos y mares, plantas y animales e incluso a nosotros mismos. A ella se le deben los bienes que nos proporciona la tierra así como el agua, fuente de vida. La Madre Tierra, Amalurra, se ve rodeada de numerosos genios y divinidades, entre los que destacamos a Mari, personificación de la naturaleza, la Diosa suprema de la mitología vasca.
Son numerosas las leyendas, mitos y costumbres que dan cuenta de estas creencias: también los nombres con los que se conoce a Mari a lo largo y ancho de toda Euskal Herria; son cuantiosas sus moradas y diversas sus formas y costumbres.
Según viejas creencias, una de las principales ocupaciones de Mari es la de cuidar la naturaleza. Premia a los que en ella creen, atiende a quien en busca de consejo acude a ella y castiga a los que practican la maldad y la mentira.
Muchas de las cimas más importantes de Euskal Herria esconden alguna cueva morada de Mari. Visitar todas y cada una de ellas resulta imposible, por lo que os proponemos un viaje por algunas de ellas, las más conocidas, quizás por estar ubicadas en el corazón de Parques naturales o enclaves de gran belleza de nuestro territorio: Aralar, Aizkorri, Gorbea, Urkiola y Bidarrai son algunas de las zonas que esconden las principales cuevas.
MARIYEN KOBIA
Situada en la vertiente este del monte Anboto (1.331 m), es una de las moradas más conocidas de Mari y por eso uno de los nombres más usados para designar a la diosa es “La Dama de Anboto”. Alcanzamos esta cueva, enclavada en el Parque Natural de Urkiola, tomando una pista bien marcada que sale desde el santuario de San Antonio Abad y de Padua, en el Puerto de Urkiola y que nos lleva hasta la base de Anboto. Desde la cima se puede bajar a la Cueva de Mari, un recorrido solo recomendado para montañeros muy experimentados.
El Parque Nacional de Urkiola fue el primero en ser declarado en la C.A.P.V., en 1989. Abarca la sierra de Aramotz, los montes del Duranguesado y la sierra de Arangio, montañas que forman parte de la gran divisoria de aguas cantábrico-mediterránea que podemos recorrer con el GR 12, desde Peña Angulo hasta la Mesa de los Tres Reyes (2.444 m), la cima de mayor altitud de Euskal Herria: 265 km que nos acerca a numerosas moradas de Mari, un recorrido de leyendas.
SUPELEGOR
Esta cueva se encuentra en el Biotopo Protegido de Itxina, macizo kárstico que encierra una gran riqueza natural y que está enclavado en el Parque Natural de Gorbeia. Para acceder a ella recorreremos un camino que, partiendo del barrio de Urigoiti (Orozko), transcurre por los monolitos de las Atxas hasta alcanzar Ojo Atxular (Atxular atea), puerta natural que da entrada al laberinto kárstico de Itxina. Una vez aquí vamos bajando hasta coger el sendero hacia Supelegor que encontramos unos 5 minutos después. Es una excursión no señalizada que debe realizarse con la ayuda de un mapa de la zona.
El macizo del Gorbeia fue declarado P.N. en 1994. La cima más importante, la Cruz o Gorbeiagane (1.475 m) establece la divisoria de aguas. También hace de límite entre Araba y Bizkaia.
La actividad económica más importante desarrollada desde tiempos ancestrales en estos montes es el pastoreo de oveja latxa.
CUEVA DE AKETEGI
La morada de Mari en la Sierra de Aizkorri se encuentra en una cueva situada en la vertiente norte del cresterio. Para llegar a ella partimos desde Aranzazu, donde cogemos un camino que comienza entre la entrada del restaurante y una vieja fuente lavadero. A pocos minutos de subir entre muros de piedra, nos encontramos con un cruce de caminos; tomamos el de la derecha para dirigirnos a las praderas de Urbia. Desde aquí se toma el camino hacia las crestas de Aizkorri, donde alcanzaremos las cumbres de Arbelaitz, Iraule, Aitxuri y Aketegi. La cueva se sitúa al Norte de la cumbre descendiendo por un contrafuerte hasta el comienzo del barranco donde, en un recodo, se encuentra oculta la entrada. Este último tramo se trata de un acceso difícil que requiere del dominio de técnicas de alpinismo.
MARIZULO
Mari habita también una cueva en el monte Txindoki o Larrunarri (1.346 m), dentro del Parque natural de Aralar. La ascensión puede hacerse por la ruta más popular, desde Larraitz (Amezketa) y por el collado de Egural. Para alcanzar la cueva tomamos un sendero que pasa junto a las ruinas de Txindokiko Txabola y que, a los pocos metros, alcanza un pequeño rellano resguardado baja la masa caliza de la cumbre, en uno de cuyos extremos se abre la boca de Marizulo. Desde la cumbre se observan amplias vistas, en las que destacan Aizkorri y los verdes pastizales de Aralar, justificando su denominación popular de “Balcón de Gipuzkoa”.
ARPEKO SAINDUA
Con el nombre de Arpeko Saindua o la Santa de la Cueva se conoce una columna estalagmítica que ocupa el fondo de una gruta en Bidarrai y que, se dice, es la imagen de Mari petrificada. Para acceder a la gruta, que se abre en los escarpes meridionales del monte Zelharburu, debemos atravesar el Nive por el puente Ondoene y tomar un camino a la derecha que sube junto al arroyo Bastan-erreka. Más adelante se atraviesa el arroyo por el “Puente del Infierno” y se continua hasta el caserío Arrusia, desde donde ascendiendo unos 300 metros alcanzaremos la cueva.
A esta Mari petrificada se le atribuyen curaciones milagrosas, especialmente de enfermedades cutáneas y de los ojos a través del agua que mana permanentemente de la roca.
La leyenda dice que en cierta ocasión los caseros de Arrusia cerraron con puerta la gruta y empezaron a cobrar cuota de entrada a los que venían a visitarla. Al poco tiempo se despeñaron todas las ovejas de Arrusia, precipitándose peñas abajo. La familia comprendió que aquello era un castigo y volvieron a abrir la cueva.
Latitud: 43.040791 | Longitud: -2.612457
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